Los Yebenes
Molino
Panorámica
Información de Los Yebenes:
Teléfono: 925 322 512
Web: http://turismo.losyebenes.es/
Info: C/ Talavera, s/n (dentro del Teatro-Auditorio)
Guía turística
Guía turística
Email: turismo@losyebenes.es
Desde el promontorio en lo alto de la sierra de Los Yébenes, apoyados en la baranda de los miradores de sendos molinos, podemos deleitarnos con el paisaje heterogéneo de esta localidad: monteño y manchego. Paisaje de amplios valles donde predominan los olivares, que surte a Los Yébenes del exquisito aceite de la variedad cornicabra o el níveo color de la flor del almendro, sin dejar de apreciar el rojo intenso de la tierra de labor. Y a lo lejos todo un horizonte de espectaculares imágenes, donde se atisban los montes de Toledo morada del bosque mediterráneo. La gran extensión del término municipal de Los Yébenes le sitúa entre los veinticinco más grandes de España, brindándolo una gran capacidad para acoger en sus tierras gran variedad de fauna y flora que hacen a esta zona una de las más ricas de la comuni¬dad. La enorme cantidad de caminos per¬mite al visitante disfrutar de este pequeño paraíso natural con rutas de senderismo y cicloturismo que harán las delicias de estos amantes de la naturaleza.
La presencia humana en la localidad de Los Yébenes se remonta a la edad del bronce época de la que se conocen varios yacimientos como Montón de Trigo y Chorreras. Continuaría su poblamiento en época romana, visigoda y musulmana convirtiendo a esta población en tierra de frontera en época de la reconquista cristiana, configurando la actual población que en época medieval seria divida creando dos municipios, Los Yébenes de Toledo y Los Yébenes de San Juan, de ahí la existencia de sus dos iglesias parroquiales de los siglos XV y XVI. Dos pueblos, uno propiedad de la ciudad de Toledo y otro propiedad de la orden militar de San Juan de Jerusalén, que serían unificados en el siglo XIX para crear la actual población. Localidad que unifico todo su patrimonio cultural ofreciendo al visitante una rica y variada oferta turístico- cultural con importantes monumentos por un lado, como sus iglesias, molinos, palacio o castillo y por otro lado, sus variados y ricos museos. Recorrer sus calles, sus plazas, sus caminos y senderos es disfrutar de un rico combinado natural y patrimonial.
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¿Qué ver?
Situada en la plaza de San Juan se alza la iglesia del mismo nombre, templo construido hacía finales del s. XVI y principios del s. XVII, por la orden Sanjuanista, hermoso edificio que es síntesis ecléctica de estilos. En su fachada destacan la labor de las puertas, sobre todo la del sur, renacentista. Cuenta con una torre-campanario del s. XVI de claro aire mudéjar, rematada en sus dos últimos pisos por una composición de fábrica de ladrillos. De nave basilical, apoya sus nervaduras sobre recio arco del gótico tardío y se sujeta en pilastras en cuatro tramos. El presbiterio está cubierto por una bóveda de crucería con diseño floral de gusto gótico, cuyo centro alberga la cruz de la orden de San Juan y un espectacular retablo barroco.
En la plaza principal de Yébenes de Toledo se levanta la iglesia de Santa María que ha sido el resultado de un devenir de siglos de construcción, con sucesivas reformas y añadidos desde el s. XV al s. XVIII, por lo que es muy difícil que este edificio perteneciera a un solo estilo artístico. Se ha considerado como la joya de la corona y ecléctica en estilo, aunque predomina la tradición mudéjar reflejada en el zócalo de sillar de granito con fábrica de ladrillo y mampostería y donde se aprecian restos de la antigua torre de estilo mudéjar, siendo una torre cuadrada con un cuerpo alto de campanas de ladrillo, compuesta de cuatro huecos o ventanas y en ellos dos campanas. Dos portadas dan el acceso al templo, la sur sobre gradas, presenta arco de medio punto de ladrillo y sobre ella una hornacina de pilastras, rematada con un frontón triangular; la del oeste contiene una falsa fachada de estilo clasicista compuesta por un friso recorrido de pequeñas pilastras con un cuerpo superior que contiene hornacina y frontón semicircular. Destacan el volumen del ábside circular y de la sacristía de tres plantas con algunos huecos enrejados. Entramos en el templo y se respira aire clasicista aunque predomine el estilo barroco, con una imaginativa composición sobre una planta de cruz latina en cuyo crucero se alza majestuosa la cúpula, rematada con linterna. La nave está dividida en tres tramos por pilastras de inspiración corintia, junto con un friso decorado y una cornisa. Se cubre la nave central con bóveda de cañón con lunetos en cada tramo y decoración geométrica. En el fondo se sitúa el coro y la capilla mayor tiene un primer espacio rectangular, cubierto por cañón y en el cabecero semicircular se encuentra un magnífico retablo que, según varios estudiosos, es el más bello ejemplar rococó de la provincia.
En lo alto de la sierra de Los Yébenes se encuentran situados tres majestuosos molinos de viento, dos de ellos reconstruidos con su maquinaria original, para el oficio de la molienda. A la crestería molinera, podemos acceder por una senda restaurada y serpenteante de origen romano que nos conduce hasta la cima y en la que El Molino del Tío Zacarías, uno de los gigantes del conjunto, goza de elementos originarios que permiten recrear la molienda a la antigua usanza, al igual que el molino El Torrecilla. También se ha recuperado la antigua casa del molinero, acondicionada en la actualidad como centro de visitas y museo etnológico.
En cuanto al camino, a lo largo de setecientos años, entre el s. II a. C. y el s. V, la dominación romana quedó patente en las huellas, tanto arquitectónicas, técnicas constructivas, obras de ingeniería, bien acueductos, puentes, presas o calzadas.
Los restos analizados por historiadores y arqueólogos dan a esta senda, un origen romano. En aquella época fue parte de la denominada vía Lata, que significa camino suave. Esta vía, durante la edad moderna, fue un enlace por donde se transportaban los tesoros argentíferos de América. Cuando finaliza la senda y llegamos a la cumbre nos encontramos con dos joyas de ingeniería, los molinos de viento, cuyo origen data del siglo de XVI, pudiendo ser los primeros que viera Cervantes, y en los que se inspiró para crear la obra cumbre de la literatura universal.
Al otro lado del camino real de Sevilla, tras atravesar los restos de otra fortaleza árabe, presenciamos un soto delicioso y un puente del siglo XII que se eleva sobre el bello río Bracea, que remontamos para acceder a este castillo, ocupado sucesivamente por tres órdenes militares, hasta que Felipe II se lo vendió al colegio de Doncellas Nobles de Toledo. La fortaleza musulmana de Guadalerzas fue una construcción estratégica y defensiva, formada por una muralla perimetral, una torre en cada esquina y un patio de armas en el centro. Fue terminada en 1078 para defender el paso del congosto, desfiladero que comunica los valles del Algodor y del Bracea, con la comarca de Malagón, en época almorávide. Actualmente se conservan escasos restos de la originaria construcción en un pequeño montículo artificial llamado el cerro de la Horca. Se descubrieron en el siglo XIX al realizarse unas obras con motivo de la construcción, dando cuenta del hallazgo el historiador Amador de los Ríos. En el siglo XII se terminó la edificación cristiana, y encontramos una primera mención en un documento del 1178, como hospital Guadalferga, que quizás coincidiera con lo que se conserva hoy del núcleo principal de la torre del homenaje, lo que fue una única torre cuadrangular y aislada, construcción típicamente cristiana. El castillo de Guadalerzas se convertirá en hospital para las tropas que se desplazan hacia el sur, y alojamiento de todo tipo de viajeros y mercaderes que van de Córdoba a Toledo y viceversa. Pertenecía a la orden de Calatrava. El edificio donde se ubicaba el hospital era básicamente un espacio rectangular dotado de ventanales en los lados o zonas que facilitasen la ventilación y así, con estas dimensiones y espacio, cumplía todas sus funciones bajo solo techo. Esta primitiva unidad es lo que hoy se corresponde con el núcleo principal de la torre del homenaje. Torre rectangular aislada de escasos vanos, y con una altura que oscila en función de la nivelación del suelo entre los 18 y 20 metros y con insuficientes elementos defensivos. El aparejo que predomina es la mampostería, aunque el ladrillo aparece en las zonas más elevadas. El acceso a las diferentes dependencias de la torre estaría en alto, como es frecuente en las construcciones similares de la época. Los pisos existentes en el interior de la torre nada tienen que ver con el siglo XII, cuando seguramente estuvieran realizados en madera. El arco de medio punto de acceso también es posterior, como las demás ventanas, que por un elevado número son propias del siglo XII. Las originales serían seguramente los dos huecos cegados que hay en el muro oeste del núcleo originario. Es en el siglo XV, cuando se transforma la torre, dividiéndose en estancias y ejecutándose la bóveda de ladrillo de la planta baja y el primer piso, mientras que en el segundo, se pueden apreciar los machones con arcos apuntados. Se convertiría en un pabellón dividido en cinco tramos con arquerías de ladrillo. El tercer piso tendría tres salas con sus correspondientes bóvedas. En este mismo siglo se procedió al cerramiento amurallado del conjunto, seguramente por una necesidad operativa al aumentar el número de actividades. También se abrió la puerta en recodo dotada de excelentes condiciones defensivas. En 1572 Felipe II vende el castillo y la dehesa de Guadalerzas al Cardenal Silíceo para que instale allí el colegio de Doncellas Nobles de Toledo, acondicionando las habitaciones en vivienda, convirtiendo una gran parte de sus dependencias en estancias para el convento. En el siglo XIX, Don Matías Nieto Serrano, mandó restaurar y acondicionar el castillo entre 1870 y 1872, construyendo almenas, chimeneas y todo lo que fue necesario para reconvertir lo en vivienda.
Al Palacio de la Encomienda puede llegarse, según creencia popular, por pasadizo subterráneo. Fue antigua morada del comendador y esporádica residencia regia, o, lo que es lo mismo, alojamiento de reyes y caballeros durante siglos, lugar preferido como casa palaciega para sus descansos y retiros. Palacio de grandes dimensiones, sufrió modificaciones respecto a su planta original, está distribuido en dos plantas y ocupaba toda una manzana. La mampostería enfoscada, las hiladas de ladrillo y los sillares en las esquinas, junto con la fachada principal que muestra una portada central barroca de jambas y dintel con molduras y un balcón superior con rejería del s. XIX, le dan ese soplo de majestuosidad. En su interior se conserva el patio rectangular porticado con numerosos arcos y ventanas al que se accede a través de una puerta de rejería de indudable valor artístico. El Palacio sirvió asimismo como residencia a los Reyes Borbones y muy notable presencia la de rey Carlos III, cuando se desplazaba a cazar al paraje de los montes de Toledo.
Es una de las cuatro ermitas que siguen en pie en Los Yébenes, en buen estado de conservación, su restauración no hace muchos años, así lo indica. El edificio religioso data del siglo XVIII. Se encuentra ubicada en un paraje inmejorable, cruce de caminos y a la ladera de la sierra yebenosa. Su fachada es de aparejo toledano, con esquinas de ladrillo, zócalo enfoscado y espadaña de un ojo. Su portada consta de un arco rebajado con atrio y cubierta a tres aguas. El interior consta de una nave cubierta por un falso techo, tal vez ocultando un artesonado y el arco triunfal es de medio punto, roto por la cubierta y cerrado en parte por una reja de hierro. El presbiterio rectangular se cubre por una bóveda encalada.
La ermita del Santísimo Cristo de la Vera Cruz se construyó tras la fundación de la Hermandad que lleva su nombre. Dicha hermandad se debió fundar en el siglo XVII, coincidiendo con el gran auge de fundaciones de hermandades en Europa, aunque no se ha encontrado ninguna fuente que atestigüe esta información. También se especula que pudiera construirse aprovechando los cimientos de una antigua fortaleza del siglo XIV. Se encuentra situada en el margen derecho del camino real de Sevilla y, al igual que la ermita de San Blas, está construida mediante fábrica de mampostería e hiladas de ladrillo. Consta de una portada en el pie del templo bajo arco carpanel de ladrillo, que soporta una espadaña de un ojo y cubierta a cuatro aguas. Merece especial referencia su precioso artesonado, ubicado en la única nave del templo.
Situada en lo alto de un cerro que domina la población, se erige la Ermita de San Blas, la más antigua de la villa y lugar. Construida en el siglo XVI con mampuesto e hiladas de ladrillo, cuenta con una nave cuya puerta de acceso es adintelada y su interior cobija las imágenes del patrón San Blas, Santa Lucía y San Bartolomé, santos a los que se atribuyen numerosas leyendas. Desde el exterior, se puede contemplar una preciosa panorámica del pueblo y es el escenario perfecto de una popular romería que se celebra el 3 de febrero.
Nos encontramos en la plaza de la Canaleja, plaza que guarda el sabor de emplazamientos recatados y coquetos de nuestro lugar de Toledo, presidida por una fuente que da un agua pura y cristalina, buena para cualquier paladar. En sus alrededores, La ermita de la Soledad se erigió bajo la advocación de Nuestra Sra. de la Soledad, mientras que el Hospital de San Carlos dedicaba su labor a pobres y a enfermos. La ermita se construyó con fábrica de aparejo toledano y zócalo de cemento, y la portada de acceso es de medio punto con alfiz, rematándose con una espadaña de ladrillo. El interior consta de una nave sencilla, cubierta por bóveda de cañón con lunetos. Se accede a la capilla Mayor por un arco triunfal de medio punto, cerrado por reja de madera y se cubre con cúpula de media naranja. El Hospital originariamente era una edificación del s. XV, pero se levantó en el s. XVII, con cierto estilo popular barroco, con el fin de acoger a pobres y transeúntes, que deambulaban de unos lugares a otros. Es un claro exponente del arte popular manchego, sirviendo como sede de la fundación que recogía a pobres, transeúntes y enfermos. Las toscas columnas que dintelan el soportal del patio son uno de sus mayores valores arquitectónicos.
Está enclavado en la falda de la sierra de Los Yébenes, puerta de los montes de Toledo. Este museo surge a raíz de un convenio firmado entre el ayuntamiento de esta localidad y el museo nacional de Ciencias Nturales a través del consejo superior de Investigaciones Científicas (MNCN-CSIC). El objetivo principal de este convenio es utilizar la experiencia científica y didáctica del museo nacional de Ciencias Naturales de Madrid junto con la utilización de los ejemplares de animales depositados en sus almacenes, para diseñar líneas de argumentación científica y confeccionar "pequeños" museos para la divulgación de los conocimientos científicos básicos de las ciencias naturales. En la larga historia del museo nacional de Ciencias Naturales, fundado en 1771 por Carlos lll, no es la primera vez que se lleva este objetivo a la práctica. Existen antecedentes de la participación del MMCN en la constitución de los gabinetes de la historia natural con fines pedagógicos de los institutos de enseñanzas medias a finales del siglo XIX y principios del XX, llevados a cabo principalmente por el que fuera director del MMCN, Ignacio Bolívar Urrutia. Pero esperamos y deseamos que la retomada experiencia sea tan fructífera como las de entonces y se pueda extender a otras localidades del territorio nacional. Se trata, en última instancia, de utilizar un patrimonio público para la puesta en práctica de uno de los principales fines que motivó su colecta: su exhibición ante los ciudadanos en un contexto científico. Se tratan temas básicos como la evolución de la vida y otros temas de actualidad como el cambio climático o los principales problemas de conservación del medio natural y de la biodiversidad; todo ello ilustrado y adornado con magnificas piezas animales, entre las que destaca el esqueleto de un gran ejemplar de rorcual azul recuperado y montado para la ocasión.
Es un museo de titularidad privada y se le considera un museo científico, histórico y único. Su ubicación en una de las calles más antiguas del pueblo, en Real de Arriba, es idónea pues muy cerca se encuentra el parque de la naturaleza, la calle de la fama de la caza, el edificio de la taxidermia y una de las ermitas del pueblo, la ermita del Cristo de la Veracruz. En su interior, se expone una diversidad de dioramas de todas las modalidades de caza de España y consta de una colección de armas comprendida entre el paleolítico y la edad moderna, así como una selección de trajes históricos de las artes de la caza. Cuenta además con un laboratorio de taxidermia, donde se muestra todos los procesos y trabajos en esta especialidad, desde el siglo IX hasta la actualidad. Este espectacular espacio alberga también una sala de expediciones con colecciones de mamíferos de Europa, Asia, África y América, junto al más completo muestrario de aves de Europa y posiblemente del mundo. Consta además con sala de audiovisuales, donde igualmente se organizan talleres, conferencias y eventos de todo tipo. De estilo moderno y funcional, posee todas las tecnologías al servicio de niños y adultos y a la salida podrá disfrutar de tienda de suvenires. La visita al museo llegará a todos sus sentidos, un gran paseo por la naturaleza de España y de todo el mundo.
Es una institución pública creada para salvaguardar, conservar, estudiar y exponer la colección de armas antiguas heredadas del antiguo museo de Quintos de Mora. Es este por tanto un museo histórico centrado en el estudio y conservación de estos objetos, cuyo objetivo primordial es transmitir a la sociedad el papel de las armas para el ser humano en las diferentes épocas y culturas que han existido. Un papel que obviamente ha estado ligado al uso de la violencia pero que también repercute en campos tan variados como economía, tecnología, sociedad, evolución de la especie humana, etcétera. A su vez, en una localidad con una tradición cinegética tan arraigada y antigua como Los Yébenes, las armas han formado parte de la vida cotidiana de sus gentes durante siglos. Por tanto, la conservación y estudio de estas piezas también contribuye al conocimiento de la etnografía y la etnología locales. La finalidad última de Armus es estudiar y enseñar historia a través del análisis de las armas, partiendo siempre desde el punto de vista de la didáctica, de la divulgación y de la historia. Las armas han estado presentes en la vida cotidiana de los seres humanos a lo largo de toda su existencia, desde las lanzas con punta de piedra o hueso de la prehistoria hasta las bombas atómicas y misiles actuales. Ya fuese para cazar, para guerrear o simplemente como símbolo de ostentación social, estos objetos han estado presentes en prácticamente todas las etapas y culturas de la historia humana. A parte de todo esto, Armus mantiene el firme compromiso de erigirse como una institución museística dinámica y viva, en la que no sólo se investigan sus piezas sino que también se busca divulgar y transmitir el conocimiento obtenido a la sociedad.
Son muchas y variadas las construcciones que el ser humano ha levantado para aprovechar un recurso tan vital como el agua, pero sin lugar a dudas son los acueductos romanos los ejemplos más reconocidos por todos. Dentro del término de Los Yébenes se conservan los restos de unos de estos acueductos de época romana, cuya datación se sitúa entre los siglos I y II d. C. Este acueducto recogía las aguas de Fuente Aceda y otros pequeños arroyos que descendían de las estribaciones monteñas para, seguidamente, transportarla hasta la ciudad romana de Consabura (Consuegra) a través de canalizaciones a ras de suelo o de arcadas a lo largo de unos 24 kilómetros de distancia. A pesar de su magnitud, el paso del tiempo y la mano del hombre han ido borrando los restos más visibles de esta obra de ingeniería; aunque si nos fijamos con atención son visibles sus cimientos durante varios kilómetros. No obstante, en el paraje conocido como Los Peleches (también en el término de Los Yébenes) aún se conservan siete grandes arcadas que constituyen, junto a la presa romana de Consuegra, la prueba más evidente y mejor conservada de este acueducto. Paradójicamente estas arcadas han sobrevivido gracias a que fueron aprovechadas como muro para una casa de labranza en el mencionado paraje. Aunque este caserío es propiedad particular, dos de las arcadas son visibles desde el exterior.
Permite salvar el río Bracea en uno de los parajes naturales más bellos y singulares de la localidad: Las Guadalerzas. Este puente, de arquitectura popular, da acceso a la colina sobre la que se erige el castillo de la Guadalerzas, uno de los elementos más importantes del patrimonio históricos yebenoso y el recuerdo más fehaciente de la grandeza e importancia que en otra época tuvo la Encomienda de Los Yébenes, en época medieval pero sobre todo en la edad moderna.
Este puente de arquitectura popular, está situado en el centro del valle del Algodor (varios kilómetros al sur del núcleo urbano), fue testigo de las constantes idas y venidas de comerciantes, militares, religiosos y viajeros de todo tipo que transitaban por este camino real de Sevilla que, durante siglos, fue una de las principales vías de comunicación entre el centro y el sur de la península Ibérica.
Venta tradicional manchega. Posible descansadero de Santa Teresa y Cervantes. Una muestra de las tradicionales ventas y posadas que se construyeron al calor del camino real de Sevilla que unía el sur con el centro del reino. La finalidad de estas ventas sería proporcionar hospedaje y avituallamiento a los comerciantes, pastores, militares y viajeros de todo tipo que transitaban por la mencionada vía de comunicación. Lugares donde cada día se cruzarían personas de toda clase y condición, puntos de encuentro que nos recuerdan el pasado de esta localidad como punto de paso por importantes rutas históricas.
Fortaleza árabe conocida por todos como La Torrecilla, fue en tiempos antiguos centro de un caserío con el mismo nombre, junto a otros territorios vinculados a nuestra villa, como San Andrés, también en la margen derecha del río Algodor. A muy corta distancia también se encuentra la fortaleza medieval, el castillo de las Guadalerzas. De este poblamiento nos queda únicamente el topónimo y una torre en la crestería de la sierra, visible desde Los Yébenes, que ejercería como torre vigía de gran importancia para la defensa de los pasos de Yébenes y del propio castillo de las Guadalerzas. Se levanta a pocos kilómetros al sureste sobre una pequeña elevación del terreno junto al río Algodor y es una construcción de doce metros de altura de forma rectangular, de doce con cinco por nueve metros. Su superficie ocupa unos once m2. En su interior pudo haber un sótano-almacén, con aljibe o pozo y una planta correspondiente al nivel de la entrada y un piso superior. Se conservan los huecos de las vigas que sostenían la techumbre. En el exterior se aprecia un nivel inferior de mampuesto y sillarejo y un segundo nivel con sillares en los ángulos, provisto de aspilleras y dos ventanas con arco de herradura de ladrillos, al que se llegaba por una escalera apoyada en una estructura de mampuesto, cuyos restos se mantiene.