Mora
Castillo de Peñas Negras
Mar de olivos
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Romanos comenzaron a crear el poblamiento de este municipio pero sería en época árabe cuando empieza a tomar entidad con la construcción de su Castillo en el siglo X. Posteriormente los cristianos reconquistarían estas tierras y la localidad de Mora sería repoblada. Con el paso de los siglos fue tomando entidad y configurando su casco urbano donde van surgiendo algunos de sus monumentos como la ermita de la Antigua o la iglesia parroquial, ambas del siglo XVI. Siglo en el que Mora se convierte en una de las poblaciones más destacadas y cuyo hito histórico ha quedado para la posteridad, los morachos se levantaron durante las revueltas de las comunidades de Castilla entre 1520 y 1522 apoyando al bando comunero, asediados por las tropas reales se refugiaron en la iglesia parroquial, la cual fue incendiada y más de 3.000 morachos perecieron en este acontecimiento, de ahí que su iglesia tuvo que ser reconstruida en este siglo. Ya no sería hasta el siglo XIX cuando Mora vuelve a cubrirse de esplendor y se crea parte de su patrimonio cultural e industrial como su ayuntamiento, de estilo neomudéjar, el teatro o el casino.
Municipio rodeado por un mar de olivos que salpican sus tierras en su mayoría llanas junto a las cercanas sierras de esta localidad, donde además del castillo y los olivos, el visitante podrá disfrutar de una vegetación formada por encinas, jaras y matorrales típicas de los montes de Toledo, estribaciones que tienen presencia en estas tierras. Caminos, senderos y rutas hacen las delicias de senderistas y cicloturistas, visitar los olivares y el óleoturismo complementa la oferta turística de Mora convirtiéndose en un importante centro turístico y cultural donde el olivo es el centro de su reclamo turístico, de ahí que su principal fiesta de interés turístico regional sea la fiesta del Olivo. Aceite de gran calidad el que el turista puede degustar en esta localidad, una sensación de aromas y sabores que se encuentran dentro de la D.O. Montes de Toledo.
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Se levanta en el centro histórico de Mora salvaguardando su historia. Fue reconstruida en el siglo XVI tras el incendio que tuvo lugar durante la Guerra de las Comunidades de Castilla en 1521. El templo presenta estilo gótico tardío y su construcción se le atribuye al arquitecto Alonso de Covarrubias. Está compuesto por una sola nave dividida en cuatro tramos separados por arcos torales apuntados y cubiertos con bóveda de crucería. Sobre el último tramo de bóveda ojival plana se asienta el coro, que aun hoy se utiliza. Conserva varias tablas realizadas por los pintores Juan Correa de Vivar y de Francisco de Comontes, de dos retablos ya desaparecidos. En su exterior, podemos contemplar la decoración de perlas en sus muros y las pequeñas ventadas de herraduras instaladas en alfices. A los pies, está la torre del campanario, cuyo cuerpo es más moderno que el resto de la construcción y que se encuentra rematada por un chapitel de pizarra.
Construido en 1927, el ayuntamiento de Mora fue proyectado por el arquitecto D. Ezequiel Martín Martín, y adaptado y ejecutado por el arquitecto D. Flaviano Rey de Viñas, finalizando sus obras en 1928. Su edificación viene respaldada por la importante actividad económica que tenía Mora durante los años veinte. Debido a la finalización de la Primera Guerra Mundial y a la liquidación de la Guerra de África, se abrieron los mercados por Europa y comenzaron a distribuir nuestros productos y, como estrella, el aceite de Mora. El edificio es de estilo neomudéjar, muy utilizado en construcciones coetáneas por el gusto por lo exótico, presenta similitudes con la plaza de toros y la estación de ferrocarril de Toledo, construidos pocos años antes. Con ventanas y puertas de herradura lobuladas, y arcos de herradura apuntados enmarcados en alfiz, su decoración es de ladrillos y azulejos con motivos geométricos y vegetales. Su elemento principal es la torre rematada con cúpula bulbosa decorada con azulejería.
Edificado en el s. X bajo dominio árabe. Este castillo pasó, al finalizar la Reconquista, a manos de Alfonso VII y, posteriormente, a la Orden de Santiago, a quien perteneció hasta el siglo XVII, cuando el rey Felipe II vendió la villa de Mora y todas sus propiedades, incluido su castillo, a Fernando de Rojas Guevara, pasando a formar parte de su señorío. La fortaleza presenta forma de buque, está asentada sobre la Sierra del Castillo, en disposición Norte-Sur, y se encuentra dividida en dos partes, separadas por el foso. Su patio de armas está flanqueado al este por torres defensivas, y limitado al oeste por un foso natural del que brota un manantial y que es la base del muro del Caballo, que alberga en su interior la primera iglesia cristiana que se fundó tras el fin de la Reconquista. El Castillo de Mora está coronado por la Torre del Homenaje, dividida en dos plantas, haciendo su parte baja las veces de mazmorra, lugar donde el alcaide de la fortaleza guardaba con celo las armas del castillo para su defensa. En la parte superior, encontramos una terraza, desde la cual se pueden contemplar hoy en día los restos de otro castillo, el auténtico Peñas Negras, que se levantó sobre el Cerro Malvecino para defenderse y atacar al castillo de Mora. Hoy solo conservamos sus cimientos, pues Fernando III ordenó en 1224 la destrucción de este castillo que fue levantado en 1131 por Alfonso VII, rey de Castilla.
Situada en el cerro que da comienzo a los Montes de Toledo estuvo, en un principio, advocada a San Cristóbal hasta que, en los inicios del s. XVI, pasa a ser morada de Nuestra Señora de la Antigua. Se trata de un edificio de estilo barroco, construido con ladrillos de era, muros de cal y mampostería. Está compuesto por una sola nave rematada en una cúpula en cuyo interior podemos observar pinturas frescas de gran valor artístico. En la posición del altar, centrada sobre él, se representa la imagen de Nuestra Señora de la Antigua. Rematan la cúpula cuatro frescos que representan a Jesús, la Virgen María, Santa Ana, patrona de la localidad, y a San Joaquín. La devoción a esta imagen se debe al incendio que devastó la iglesia parroquial el 23 de abril de 1521 por parte de las tropas de Carlos I en la guerra de las Comunidades de Castilla, al cual solo sobrevivió la efigie de la Virgen María, que se llevó a la ermita de San Cristóbal para su protección y que hizo cambiar la advocación del edificio a Nuestra Señora de la Antigua. No fue el único incidente que sufrió la imagen, pues en la guerra de la Independencia, el ejército de Napoleón prendió fuego a la ermita, quedando únicamente la cabeza de la talla, que hoy se conserva a los pies de la imagen actual, que data de 1955. Debemos destacar la importancia de los frescos del edificio, pues las pinturas de la cúpula fueron realizadas en 1898 por Isidoro Millas y Manuel Benedito, gran exponente internacional de la pintura española del siglo XX, quien trabajó en el taller del maestro Sorolla. Ambos contaban con 23 años y se encontraban en su primera época pictórica. Los frescos representan, frente al altar, sobre el arco del coro, las Virtudes Teologales (Fe, Esperanza y Caridad) acompañadas por un coro de ángeles con influencias goyescas de los frescos de la Florida.
El origen de la ermita del Cristo de la Veracruz se remonta a 1212 con motivo de la victoria castellana en la batalla de las Navas de Tolosa. El rey Alfonso VII ordenó construir humilladeros y ermitas desde Tolosa a Toledo por el camino real en honor a la Cruz que le había dado protección durante la batalla, "la Veracruz". En 1515, el templo se amplió, desapareció el humilladero y se convirtió en santuario, dedicado al apóstol Santiago. Se encuentra presidiendo esta ermita el Santísimo Cristo de la Veracruz, en talla de madera con origen incierto pero que se piensa que puede remontarse al siglo XVI. Por la ancestral devoción que había a esta imagen, se creó la cofradía de la Santa Cruz, que aprobó sus ordenanzas en 1613 para después nombrarlo Patrono de Mora.
Fue construido en el siglo XVI en estilo neoclásico y consta de planta de cruz latina con siete capillas adosadas a los laterales. En una de estas capillas se encuentra instalada la pila bautismal gótica, que posiblemente fuera de la Parroquia antes del incendio de la guerra de las Comunidades en 1521. El convento estaba provisto de una sacristía muy amplia, un salón de reuniones, un baño, un claustro exterior con una superposición de dos cuerpos separados por columnas de base cuadrada y entre ellas arcos de medio punto, y un huerto. Los frailes estuvieron presentes en el convento hasta la Desamortización de Mendizábal en 1836, en la que el convento pasó a manos del Estado, y éstos se tuvieron que marchar. El Estado lo siguió utilizando como escuela de gramática hasta que lo puso en manos de la guardia civil, que la utilizaron como casa cuartel durante la guerra Civil. Además del edificio, les cedieron superficie, que la aprovecharon para el huerto, y para la creación de una escuela de gramática, en la que se enseñaba a leer y escribir a niños y jóvenes. En la actualidad, el patio central, alberga la Casa de la Cultura donde destaca la planta cuadrada del edificio y una superposición de dos cuerpos separados por columnas de base cuadrada y entre ellas arcos de medio punto. Dentro de estos dos pisos podemos observar numerosas instalaciones de carácter público, cuya función está destinada al fomento de la cultura municipal. Este edificio se amplió en 1998 y la iglesia ya rehabilitada, en la cual se puede visitar sus instalaciones.
Fue construido en 1915 bajo las directrices del arquitecto moracho Flaviano Rey de Viñas como iniciativa privada, por la asociación “Amigos de Mora”, dada la relevancia que las artes escénicas tenían en la villa. Después de encontrarse en mal estado de conservación, el ayuntamiento lo adquirió en 1985, lo rehabilitó y lo reinauguró en 1994, recuperando su estructura original aunque perdiendo la decoración primitiva.
El año de 1915 se inicia su construcción por iniciativa y donación de Dña. Mª Martín-Maestro Millas, y es gestionado por la compañía de Santa Teresa de Jesús desde 1920. Edificio de estilo neomudéjar, de planta rectangular dividido en tres alturas con ventanales apuntados, conopiales y de medio punto, y todo ello coronado por una cornisa de fuerte vuelo. A sus lados se encuentra flanqueado por dos torreones de sección cuadrangular. A él se accede por una puerta con arcos apuntados en piedra de granito y rematado con una espadaña triangular en el centro. Oficialmente fue inaugurado en abril de 1921 y pasó a ser gestionado por la compañía de Santa Teresa de Jesús.
Edificio industrial de finales del siglo XIX, inaugurado en 1892, de estilo modernista popular, con referencias neoclásicas, destaca su puerta principal de acceso con un gran portón de forja con motivos vegetales rematado con un arco de medio punto. Desde su interior se puede apreciar que su planta principal se divide en dos tramos horizontales, separados por enormes arcos de medio punto realizados con ladrillo y rematado con un techo de madera. Sus inmediaciones eran utilizadas como cuadras del matadero, hoy rehabilitadas y convertidas en parque e instalaciones municipales.
Son los vestigios e hitos de la historia industrial que tuvo este municipio procedente de las fábricas de jabones, cerámicas, alcoholeras, extractoras y molinos de aceite. Construidas en ladrillo cerámico durante la última década del s. XIX y principios del s. XX, que hoy son objeto de protección patrimonial. Su aparición coincide con la adopción de la caldera de vapor como nueva técnica en los procesos de producción y con el uso del carbón como recurso energético natural. El material utilizado para su construcción fue el ladrillo cerámico que resiste mejor la acción del calor, siendo también el mejor aislante para su enfriado, ya que soportaban unas temperaturas entre los 200 y 300 grados. La argamasa utilizada para unir los ladrillos se obtenía de la combinación de la arena con la cal y el cemento. La construcción de una chimenea industrial planteaba unos cálculos que se determinaban con la altura y la sección, en función de los tipos de caldera u horno. Fueron levantadas en cada una de las almazaras de aceite como pieza esencial para el funcionamiento de la prensa hidráulica en la extracción del mismo, para el correcto funcionamiento de la almazara. Actualmente, las chimeneas están protegidas y declaradas patrimonio cultural de la ciudad. Hoy se pueden encontrar en Mora hasta un total de diez muestras de estas chimeneas, repartidas por el núcleo urbano y las afueras de la localidad, protegidas y conservadas en almazaras, patios y casas particulares.
Se conservan varias casas solariegas tradicionales con el mismo estilo aunque las habitaciones y dependencias conservan el interés de su estructura, decoración, techumbre, etcétera, propio de otros tiempos, lo más notable y vistoso de estas casas, es el patio central de estilo típico toledano-manchego con corredores y columnas de piedra, con galería alta dejando con menor altura el cuarto, para que entre el sol en invierno y el aire en verano. Casi todas ellas asentadas en "la carrera", llamado así tradicionalmente al conjunto de calles anchas por las que desfilan procesiones y cabalgatas.
Frente a la fortaleza moracha, en el cerro del Morejón, entre los cerros del Castillo y de la Antigua, se encuentra esta cueva, abrigo prehistórico dividido en vestíbulo y sala que conserva en su interior unas pinturas rupestres, con representaciones esquemáticas de figuras de hombres. Desde este enclave poderoso, los hombres de la edad del bronce hace más de 2.000 años a. C. pintaron en la piedra sus propias siluetas esquematizadas.
Tiene su origen en el antiguo "Círculo de la Concordia", espacio para la tertulia que se situaba en la plaza de la Constitución durante el siglo XIX. En 1916 se trasladó a su actual sede en la plaza de los Comuneros, edificando un nuevo punto de encuentro proyectado por el arquitecto Telmo Sánchez Octavio. Desde entonces se convierte en una de las instituciones más singulares y peculiares de la villa, centro de actividad recreativa, lugar de tertulia y diversión, con bailes en ferias y carnavales, y también culturales como conciertos, espectáculos o conferencias. Durante muchos años fue el centro de la vida social y cultural de la clase acomodada de Mora, denominándose popularmente como “Casino de los ricos”. Los avatares sociales y políticos provocaron que a principios de los años 30, el número de socios disminuyera, perdiendo una cuarta parte de sus miembros. Tras la guerra Civil, el casino de Mora fue censurado, y no se reabrió hasta 1940. Hoy en día, nuestro casino es un mercado, gracias al que podemos disfrutar y dar uso a este emblemático e histórico edificio.
Es una vivienda privada que continúa con la tradición de las casas solariegas. Los elementos más importantes de esta casa pertenecen al siglo XVII aunque con vestigios más antiguos, así como el estilo que predomina es el barroco. El edificio consta de dos plantas construidas en aparejo toledano, con entrepaños encalados. En la construcción podemos destacar su gran patio de columnas así como su balcón central de gran vuelo sobre el marco de la puerta almohadillado en piedra en recercado y gran escudo con la Cruz de Santiago. Fue Declarada Bien de Interés Cultural (BIC) el 31 de marzo de 1993.
Edificio de arquitectura moderna y funcional, recoge una colección de piezas con las que se pretende transmitir la cultura de la que han sido protagonistas, a través de la historia y en sus distintas épocas, el olivo, la aceituna y el aceite de oliva. A través del recorrido podemos contrastar una almazara del siglo XIX, con las almazaras de finales del siglo XX, en las diferentes salas monotemáticas, nos encontramos con: sala de los contenedores: zafras, cántaras, aceiteras, alcuzas. Sala de los pesos y las medidas, alberga una colección de balanzas, romanas y sistema tradicionales de medidas. Sala de la cultura rural, donde se muestra la vivienda de la quintería junto a oficios tradicionales del mundo rural (panadero, agricultor, guarnicionero, herrador…). Una interesante muestra cultural de los usos, aplicaciones, elementos del cultivo del olivo y maquinaria para la obtención del aceite. En definitiva, se trata de un viejo molino aceitero de finales del siglo XIX en funcionamiento para deleite del visitante donde se puede ver como se elaboraba el aceite de forma artesanal. Actualmente, museo Etnológico del Aceite. Hoy en día, este tradicional molino aceitero se puede apreciar gracias a la recopilación voluntaria de personas involucradas en el mundo del aceite. En él se pueden admirar piezas relacionadas con el mundo del aceite y del vino, junto a colecciones de pesas y medidas. Esta antigua almazara está conservada en una casa del s. XIV, situada en la calle de Yegros en el centro de la localidad.
Mora cuenta con un patrimonio paisajístico de olivar que identifica y hace único su territorio. Estas grandes extensiones de superficie de olivar se denominan paisaje cultural olivarero y se caracteriza por su dimensión estética donde vemos materializado la acción del ser humano. Este paisaje cultural olivarero debe ser susceptible de ser protegido ya que este patrimonio contribuye a la formación de las culturas locales y es un componente fundamental del patrimonio que contribuye al bienestar de los seres humanos. Disfrutar de este paisaje de gran calidad y participar activamente en su desarrollo hace considerar a este mar de olivos como un elemento clave del bienestar individual y social teniendo en cuenta que su protección, gestión y ordenación implican derechos y responsabilidades para el cuidado, uso y disfrute de todos.